RINOCERONTE
“La sustancia del espíritu es la libertad. (……) Este fin sustantivo del espíritu universal se alcanza mediante la libertad de cada uno.”
Hegel
Desde el inicio de los tiempos, la humanidad se ha servido de los animales para representar los valores éticos de cada cultura, se ha apropiado de su imagen para proclamar la defensa o la desaprobación de los mismos. Esta imaginería animal se ha perdido bastante en la cultura postmoderna. La representación de los animales está hoy más relacionada con la conciencia ecológica, la preservación de las especies, y la recuperación de la dignidad de las mismas, que con la esencia del espíritu que los humanos les atribuimos a estos animales.
Hoy en día, son muy comunes las fotografías documentales de animales salvajes; tomadas desde jeeps, éstas delatan la precariedad de su existencia. Prácticamente ya solo los podemos ver en las reservas africanas. El artista aventurero se ha gastado una fortuna en su último viaje para poder documentar la belleza de los animales salvajes, normalmente en blanco y negro, para mayor nostalgia y dramatismo. Atrás quedan las representaciones fabricadas a partir de las descripciones contadas por los antiguos viajeros. La más significativa o al menos una de las más estudiadas es la representación del rinoceronte realizada por el renacentista alemán Durero. Este genio del Renacimiento que nunca vio al animal real, lo dibujo a partir las descripciones que le llegaron. Casi todas estas descripciones hablaban de una animal con armadura, o con escamas y se le atribuían no solo aspectos de fortaleza física si no también de fortaleza espiritual y pureza. Este animal mítico de por sí, simboliza la fuerza, el valor, la concordia, la fertilidad. No hay animal que represente valores éticos más altos que el rinoceronte. Curiosamente, la representación de este animal vestido con armadura, prevaleció durante siglos, incluso después de que ya se hubiesen importado rinocerontes a Europa. Y es que nuestra forma física de ver, necesita del cerebro y de la idea preconcebida para reconocer lo que está viendo.
El atribuir cualidades morales humanas a los animales, ha servido durante siglos para describir de manera audaz los comportamientos humanos. En el proyecto titulado “Rinoceronte” Rogelio Olmedo rescata, con naturalidad desconcertante, el género narrativo de la fábula para describir la naturaleza humana con hombres zoomorfos. Olmedo se sirve por encima de todo del dibujo, para realizar una serie de esculturas en hierro y tintas sobre papel, que reproducen fielmente animales salvajes personificados. Es destacable la maestría con la que traza en el aire las formas con el metal; trazos inspirados sin duda en la síntesis que caracteriza los dibujos de los cómics. Durante años la crítica a castigado a este tipo de representaciones realistas, tachándolas de pueblerinas y reaccionarias. Sin embargo el artista recupera el único género superviviente a la supremacía del espíritu hegeliano durante estos años: la Caricatura, soportada en su base por los Caprichos de Goya y por las teorías de Baudelaire. La percepción de las criaturas de parte del artista y su consecuente descripción, pre-supone una selección de temas que describen nuestra propia animalidad.
A partir de las esculturas “Rinoceronte de incógnito”, “Jirafa. Adoro Mis Manolos” y “Mono Con Manoletes” Olmedo nos presenta un discurso claro, casi naif. La comicidad es intrínseca al pensamiento, la sola idea de un Rinoceronte con tacones hace aflorar la sonrisa en nuestros rostros. El artista elige al animal con más pedigrí ético de la historia, para fabricar una caricatura en algunos momentos grotesca, proponiendo la exposición ante el espectador a modo de espejo y como reflejo de nuestra sociedad.
El recorrido de Rogelio Olmedo en las artes, empieza en el mundo del diseño y del Land-art, lo que repercute en la frescura de un discurso, que lejos de ser poco elaborado, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza ridícula de muchos de los valores que prevalecen en la sociedad contemporánea. Para ello recurre a una icono de la cultura pop de la moda como son los zapatos de Manolo Blanik, describiendo a un animal de dos toneladas constreñido voluntariamente dentro de ellos, y a la irreverente estética punk plasmada en sus dibujos más grotescos como “Rino con Diente de Oro”, y “Cráneo de Jirafa con Oro”. En un arranque de locura, subido a unos tacones, el animal cae víctima de su vanidad, y pierde toda traza de dignidad. El resto de los animales intentan imitarlo y compiten por destacar. Las tintas que acompañan a estas esculturas refuerzan la idea del aparentar llevada al extremo, entre las que destaca el “Aspirante A Rino Sobre Manolos” en la que contemplamos a un cerdo disfrazado de rinoceronte con tacones.
En cierta manera, esta fábula caricaturesca, recuerda un poco al cuento del rey desnudo. Nos encontramos ante la descripción de una sociedad cada vez más preocupada por lo que tiene, por lo que aparenta y no por lo que en verdad está construyendo. El tipo de sociedad representada no es para sentirse orgulloso. Una sociedad sin criterio, abandonada a un aprendizaje superficial, en el que la profundización de las ideas no es prioritario. En una sociedad así, la vanidad, y la envidia, son sin duda de los defectos humanos los más generalizados y abocan inequívocamente al borreguismo, la imitación insensata y por ende a que sea fácilmente manipulada por quienes tienen intereses que nada tienen que ver con el bien común. Todos los valores que representaba el Rinoceronte de Durero, quedan anulados por la ridiculización del animal.
Olmedo no nos dice como empieza la historia, ni tampoco como acaba. Tampoco tiene ninguna intención moralizante, simplemente nos presenta una situación encontrada. Sin embargo, tanto las gigantescas tintas – retratos psicológicos del protagonista, en los que lo grotesco destaca por tamaño y por forma – como la escultura “Esqueleto de Rinoceronte”, y los numerosos dibujos de cráneos, nos hacen prever que el destino de una sociedad que se alimenta de valores equivocados, va a ser siempre el no deseado y que la falta de criterio lleva a la falta de libertad.
El riesgo de seguir imitando a esqueletos con banderines, seguirá latente sin remedio.
Mercedes Estarellas